Editorial: Compañía General de las Letras S. A.
Fecha de publicación: marzo de 1988
Artículo relacionado: La mentira del aceite de colza.
Pacto de Silencio, libro citado en los sumarios del Juicio del Síndrome Tóxico, denuncia y documenta que el aceite de colza no pudo ser el causante de la intoxicación colectiva del Síndrome Tóxico, y que muchos de los afectados podrían estar curados si no se hubiera ocultado la verdadera causa de la intoxicación.
La lectura de la sentencia hizo referencia al libro Pacto de Silencio, afirmando de él que había sido patrocinado por los abogados de la Defensa. Por esta falsa afirmación, Andreas Faber-Kaiser expresó su intención a los medios de comunicación de cursar la correspondiente denuncia contra el Tribunal.
Sirva este brevísimo guión para dar una idea fugaz de parte de cuanto en el libro se aborda con rigor documental y profusión de datos contrastados:
Los primeros casos se detectan a principios de mayo de 1981, afectando rápidamente a un creciente n° de individuos.
El gobierno anuncia por TVE que la culpa de todo la tiene una partida de aceite de colza desnaturalizado, distribuido en venta ambulante.
Otros investigadores siguen una pista distinta que tiene su punto de partida en una combinación insecticida, concretamente un combinado nematicida organotiofosforado que envenenó a las más de 60.000 víctimas (más de 700 de ellas murieron) al consumir éstas tomates de una determinada partida tratada con el aludido insecticida.
Por lo menos desde finales de junio de 1981, el gobierno estaba suficientemente informado de que no era posible que el aceite fuera el causante de la epidemia. Meses más tarde, pero siempre dentro del mismo año 1981, el Ministerio de Sanidad queda ampliamente informado de la posibilidad de que determinado insecticida organotiofosforado podría haber desencadenado la nueva enfermedad.
Ocho meses después de aparecer el primer caso de síndrome tóxico, un médico militar, el teniente coronel Luís Sánchez-Monje Montero, envía al gobierno, al INSALUD, para que lo leyera el Dr. Luís Valenciano, a la sazón Director General de la Salud Pública, un informe en el que afirmaba que el origen de la grave enfermedad radicaba en un veneno que bloqueaba la colinesterasa, y en que explicaba como había que curar a los enfermos. Más adelante definiría este veneno como un compuesto organofosforado. El doctor Sánchez-Monje ya había curado para entonces particularmente a unos cuantos afectados. Pero nadie reacciona en el INSALUD ni en la Dirección general de la Salud Pública.
El Dr. Sánchez-Monje envía también un informe sobre sus evaluaciones y curaciones a la publicación especializada «Tribuna Médica», que lo reproduce en la página 8 de su número 937, correspondiente al 19 de marzo de 1982. Nadie, ni desde el INSALUD ni desde el Ministerio de Sanidad, se acercó a ver que más tenía que decir el único médico español que había logrado salvar vidas y aliviar a enfermos de la masiva intoxicación.
Cuando el Ministerio de Sanidad todavía seguía dictando que el origen de la enfermedad había que buscarla en un micoplasma, de transmisión aérea, y de entrada en el organismo por vía respiratoria, el Dr. Antonio Muro y Fernández Cavada, director en funciones del Hospital del Rey en Madrid, ya afirmaba el 10 de mayo de 1981 —a los 10 días de detectada la enfermedad— que eso era imposible, y que la vía de transmisión era necesariamente —dadas la características de la sintomatología— la digestiva. El 13 de mayo de 1981, desesperado por que las altas instancias sanitarias del país hacían caso omiso de sus indicaciones acerca de como había que llevar la investigación, se lanzó a predecir nuevos focos de afectados: dado que había seguido la pista de la enfermedad y había logrado dar con la red de distribución del producto venenoso, notificó el 13 de mayo a los doctores Munuera y Cañada —subdirector general de Programas de Sanidad— dónde exactamente iba a aparecer nuevos casos de afectados al día siguiente, con especificación de poblaciones y de calles. Al día siguiente, 14 de mayo, aparecieron efectiva y puntualmente estos nuevos afectados, en las poblaciones y en las calles indicadas por el Dr. Muro. Al día siguiente, 15 de mayo, un telegrama del Ministerio de Sanidad ordenaba el cese fulminante del Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada de su puesto de director en funciones del Hospital del rey.
Datos que indican que no pudo ser el aceite:
Uno de los pilares en los que basan su acusación quienes argumentan que el origen del síndrome tóxico radica en el aceite de colza desnaturalizado, es el hecho —dicen ellos— de que la enfermedad comienza a decaer desde el momento en que deja de ser consumido el aceite sospechoso: el 10 de junio de 1981 se anuncia por primera vez por TVE la posible relación de unos aceites sospechosos con el origen de la enfermedad. El 17 de junio se da la orden de retirada de estos aceites sospechosos. Y el 30 de junio de 1981 comienza la operación efectiva de canje de los mismos por aceite puro de oliva. A partir de este día, según la tesis oficial, comienza a remitir la curva de incidencia de entrada de nuevos enfermos en los hospitales. Pero esta opinión oficial está falseada. Porque observando la curva real de dicha incidencia, la enfermedad —el ingreso de nuevos enfermos en centros hospitalarios— decae espontánea y verticalmente a partir del 30 de mayo, o sea un mes antes de que a la gente se le quitara el aceite presuntamente tóxico.
Si fuera el aceite el causante ¿Como se explica la discriminación intrafamiliar? ¿Y la interfamiliar? Es sabido que el «garrafista» ha vendido a bloques enteros de vecinos, y solamente han enfermado por ejemplo los del 2° A, los del 7° F y los del 1° B, mientras que el resto permanecen sanos, a pesar de que las garrafas se habían llenado en el mismo momento, del mismo tanque, y fueron vendidas el mismo día.
Resulta curioso que en Catalunya, a pesar de haberse comercializado aceite fraudulento, que fue declarado como aceite tóxico, por una cantidad que superaba los 350.000 kilos, y haberse vendido al público durante varios meses de 1981, no se tiene constancia de la existencia de ningún afectado original de la zona catalana. Lo más sorprendente del caso es que una de estas marcas, concretamente «El Olivo», fue también distribuida en Castilla, sobretodo en Madrid capital y poblaciones limítrofes. Este aceite oriundo de Catalunya, en donde no provocó ningún afectado, al ser consumido en Madrid provoca automáticamente afectación.
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